Cuando
llegó al colegio, a Isabel le costó hacer amigos. Era una chica muy inquieta y
le encantaba leer. Era muy aventurera y los libros que leía eran todos sobre
misterio, aventura y suspense.
Un
día al llegar a clase encontró en su pupitre una nota. Esperó hasta que empezó
el recreo para leerla. Estaba muy nerviosa, ¿quién podría haberle escrito una
nota? ¿Y para qué? Durante las primeras horas de clase no pudo concentrarse,
solo quería abrir la nota y saber que decía el mensaje.
Por
fin llegó el recreo e Isabel, como de costumbre, se fue a la biblioteca del
colegio, se sentó, abrió la nota y la leyó:
“Sé
que te gusta el misterio, como a mí. Llevo un tiempo observándote y deberías
saber que no estás sola. Voy a proponerte un reto, me encontraré contigo cuando
averigües mi nombre y para ello, al salir de clase, al primer lugar al que
tienes que acudir tal vez tienes que coger un bote, ya que no se puede ir
andando. Una vez que llegues, continúa a pie y ten cuidado si no quieres que te
saque las muelas.
Continúa
andando hasta que te hagan santa, y busca a otra religiosa como tú, pero ojo,
no te entretengas con los que cantan el Gordo. Llegarás a la calle que va desde
la Plaza Mayor hasta la estatua de un famoso emperador. Ve hacia ese emperador
hasta que avances 108 pasos y gira a la derecha. Allí encontrarás un museo.”
Accede
a la página web de ese museo, pincha en la pestaña de colección, una vez ahí,
accede a la colección uno y visita la sala 206. Mi nombre es el mismo que el
del autor de esa sala.
Mañana
búscame en el patio, ahora mismo estoy sentado detrás de ti y mañana también
estaré ahí sentado.”
Al
día siguiente Isabel encontró en la biblioteca a su misterioso amigo, juntos se
sentaron durante todo el recreo, ella se quedó impresionada al ver la cantidad
de libros e historias que sabía.
Jamás
volvieron a sentirse solos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario